CAPÍTULO UNO. SEGUNDA PARTE.
Solo le quedaba esperar. Normalmente encontraba algo con lo que entretenerse durante la espera, pero hoy estaba impaciente por conocer a la persona que su amiga quería que conociese. Tenía un buen presentimiento. Vivía bastante cerca de Central Park, lo cual hizo que llegase antes de la hora prevista. Bajo el sol abrasador los minutos se hicieron eternos. Por fin dieron las cinco, y Addie apareció seguida de un chico alto, rubio, de rostro angelical, y unos ojos azules como zafiros que la atraían como a un imán…Volvió a concentrarse en su amiga, que ya hacía demasiado calor como para andar subiéndose la temperatura con angelitos rubios. Llevaba bajo el brazo una cajita envuelta en papel de vivos colores, que le tendió nada más llegar a su altura.
-¡Felicidades Ali!
El regalo consistía en un mp4 fucsia que, supuso, ya tendría la memoria llena de sus canciones favoritas.
-¿Te acuerdas que te dije que quería que conocieses a alguien? Bueno, pues este es mi hermano Daniel. Daniel, esta es Alice Rightlight, mi mejor amiga.-dijo en su tono más formal.
-Encantada Alice.-dijo Daniel sonriendo.
Aquellas palabras la devolvieron a la realidad, ya que se había quedado embobada mirando los atrayentes ojos del chico y su encantadora y perfecta sonrisa.
-Lo…lo mismo digo.-logró responderle al fin.
Cuando entraron en el parque Addie se colocó al lado de Alice.
-Te gusta.
-No, quiero decir, nunca me dijiste que tuvieses un hermano.
-Ya, ya…lo que quieres decir es: ¿por qué no me lo presentaste antes? A lo cual yo respondería: porque estaba en un internado en Londres.
Los padres de Addie estaban separados, pero por lo menos ella sabía quién era su padre y dónde estaba. Alice lo único que sabía de su padre era que tenía uno, o que al menos, lo tuvo.
-¿Y qué hace en Nueva York?
-Le echaron del internado por hacer explotar las tuberías del edificio, así que pasa el verano con mi madre.
-Cierto, y volvería a hacerlo. Fue lo más interesante que conseguí hacer en ese internado para niñatos pijos.- la voz de Daniel las sobresaltó a ambas.
-¿Cuánto tiempo llevas escuchando?-preguntó Addie cabreada.
-El suficiente como para saber que la conversación era interesante.
-¿Ah, sí? ¿Y eso por qué?
-Bueno, ¿no es evidente? Estabais hablando de mí.
Con este comentario Daniel subió la barbilla en un claro gesto de orgullo. El resto de la tarde hablaron de cosas como música y televisión, en los cuales para regocijo de Addie, Daniel no tuvo ocasión de presumir. Cuando se les hizo tarde, acompañaron a Alice a su casa. Ella y Addie se despidieron con un abrazo y un “luego hablamos” que indicaba que la llamaría nada más llegar a casa. Daniel, por su parte, esperó a que su hermana se alejara un poco para despedirse. Cuando lo hizo, se inclinó y la besó en la mejilla. Ésta, sorprendida, se olvidó hasta de cómo respirar.
-Feliz cumpleaños Alice.-le susurró Daniel al oído.
-G…gracias Daniel.-dijo ella sintiendo cómo un color rojo intenso acudía a sus mejillas.
-Y puedes llamarme Dan.-le dijo este sonriéndole.
Acto seguido, el chico dio media vuelta y fue a reunirse con su hermana, que miraba a Alice entusiasmada y con la boca abierta, en parte por lo que acababa de presenciar, en parte porque ahora tenía un tema de conversación de los que le gustaban. Alice sacó las llaves del bolsillo de su pantalón y, tras varios intentos, logró abrir la puerta. Dentro, la casa estaba oscura, pero apenas lo notó. Tampoco notó la ausencia de su madre, ni echó de menos su rutinario comentario de saludo. La casa de Addie no estaba muy lejos de la suya y no tardaría en llamar, por lo que tenía poco tiempo para tranquilizarse si no quería que Daniel y ella fuesen el tema de conversación durante el resto de las vacaciones de verano, y estaban a principios. Fue corriendo al baño para lavarse la cara con agua fría, pero llamó antes de que tuviese tiempo de secarse. En cuanto descolgó el teléfono su amiga le comunicó su meditada observación:
-Te gusta.
-Addie, no empieces.
-Venga ya, si hasta la manzana de Blancanieves estaba mucho menos roja que tú.
-Ja, ja, rió sin ganas. Además, es dos años mayor que yo.
-¿Y?
-¿Cómo que “y”? ¿A ti qué te parece?
-Pues a mí me parece que él te gusta a ti y que tú le gustas a él.
-¿En serio?-para desgracia de Alice, no supo contener su tono esperanzado.
-¡Lo sabía! ¡Sabía que te gustaba!
-Bueno, vale, sí, puede que me guste un poco. Pero responde a la pregunta.
-Sí, en serio, y no me creo que sea sólo un poco.
-Está bien, mucho, ¿contenta?
-Muchísimo, no sabes cuánto me a…-calló.
-¿Addie?
De repente Addie chilló, después se oyó un golpe sordo, seguido del monótono pitido de la línea al cortarse.
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